martes, 24 de mayo de 2016

NO ME DES LA ESPALDA

Era sábado por la tarde y, como otro cualquiera, comí deprisa, me puse la camisa, la pañoleta y me fui camino a los scouts. A muchos os sonará el concepto de "scout" por lo que se muestra en las películas americanas, pero no, no vendemos galletitas de puerta en puerta ni nos pasamos la tarde ayudando a personas mayores a cruzar la calle. Aunque he de reconocer que vamos uniformados según la edad que tengamos. En mi franja de edad todos llevamos una camisa roja, así que cuando estamos todos juntos, a parte de parecer un cuadro enorme, somos difícilmente reconocibles.

Como iba diciendo, era sábado por la tarde y me fui a pasar la tarde con mi grupo scout. Cuando llegué, la primera persona a la que reconocí fue a mi amiga Sara, es casi como mi hermana, de hecho mucha gente opina que hasta podríamos serlo porque somos parecidísimas. Le di un fuerte abrazo, pero ella en seguida se apartó porque tenía una urgencia y se fue corriendo al baño. Me quedé hablando con el resto de los amigos cuando de repente noté que alguien me abrazaba por detrás y me daba la vuelta para acabar dándome un apasionado beso en la boca: ¡era el novio de mi amiga Sara! Justo en ese preciso momento ella estaba saliendo del baño y para su sorpresa vio a su mejor amiga besándose con su novio. ¡Tierra, trágame! Nosotros nos separamos con mucha prisa y a los tres nos salió una risita nerviosa involuntaria.  

Por suerte todo quedó en un malentendido, una anécdota que solemos contar cuando salimos de fiesta. Pero puedo afirmar, sin ninguna duda, que no me gustaría volver a repetir una situación tan kafkiana como esa.

miércoles, 18 de mayo de 2016

LLAMA A PAPÁ


Volvíamos unos amigos y yo de pasar un día fantástico en la nieve, todo había sido perfecto y quedaba la dura vuelta de dos horas.

Estaba durmiendo en la parte de detrás del coche junto a un amigo, cuando de repente nos despertaron asustados. Estábamos en medio de la autopista, parados en el arcén. El coche se había detenido y nos ponía en el marcador que a una rueda le faltaba aire. Decidimos ir a la gasolinera más cercana a hincharla.

Mi amigo era un conductor novel, así que ninguno tenía mucha idea de cómo hinchar una rueda. Creíamos que lo habíamos hecho correctamente, pero volvió a aparecer en el marcador lo mismo. Fuimos de nuevo a la gasolinera, y así consecutivamente con dos gasolineras más.

Ya angustiados lo último que hicimos fue lo que primero deberíamos haber hecho: llamar al padre de Jorge, el conductor. Le explicamos lo que había pasado y nos dijo que a veces los coches tenían fallos y no siempre lo que pusiera en el marcador era verdad: simplemente había sido un error.

Volvimos a 100km/h por autovía y, tras cuatro horas de viaje de Teruel a Valencia, conseguimos llegar sanos, salvos y con una nueva anécdota.

martes, 17 de mayo de 2016

EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE

Al fin llegamos al puerto de Civitavecchia (Italia). Después de casi dos días enteros en el crucero, atracamos con una ilusión increíble por tener un viaje inolvidable. Sólo quedaba un último paso para llegar a tierra italiana: pasar el control de seguridad; eramos alumnos, no teníamos nada que ocultar. Entramos al control, había varios guardias de aduana y un perro policía. Fuimos pasando ordenadamente, como debía ser.

Al pasar por el perro policía para que me olfateara, no tuve otra cosa mejor que hacer que acariciarlo mientras no miraba el policía. Al seguir mi camino el perro se vino detrás, supongo que mi gesto de cariño le llamaría la atención. Este seguimiento del canino hizo girarse al agente. Me llamó y me señaló con su dedo la dirección de un cuarto, pensando que me había olido alguna substancia ilegal. Yo, al no saber hablar en italiano ni tener la oportunidad de expresarme, obedecí y entre en el cuarto.

Una vez dentro, el agente empezó a interrogarme y a cachear todo mi cuerpo. El perro me olfateo de nuevo y, como era de esperar, no encontró nada. Aquel hombre no paraba de agobiarme intentando sacarme algo que no tenía. Yo, reía porque sabía que no tenía nada, también por nervios. Después de unos minutos, el agente pareció más calmado. Le intenté explicar como había sido el momento de acariciar a su perro sin que él lo viera, creo que acabó entendiéndome.

Finalmente me volví a poner mi ropa, cogí mi mochila y salí con todos mis compañeros para disfrutar lo que, por ahora, ha sido el viaje de mi vida.

martes, 10 de mayo de 2016

EL NIÑO Y EL CASTILLO DE PELOTAS


Era un sábado por la mañana, cuando un niño decidió romper con sus costumbres sabatinas para acompañar a su padre al trabajo. Iba a ser un largo día y tanto él como su padre lo sabían. Al niño no le importaba, puesto que quería pasar esa mañana junto a su padre. 

Al caer la tarde llega la hora del descanso del padre para comer junto a su hijo. Al pasar un rato, ya acabada la hora de comer, es tiempo de que el padre vuelva a trabajar; pero el niño ya estaba un poco cansado de estar tanto tiempo sin hacer nada y a su padre todavía le quedaban cosas por hacer. El padre entiende el aburrimiento del niño y decide llevarlo a una sala de diversiones que está cerca de su sitio de trabajo hasta que culmine su día laboral.

El niño se queda junto a otros niños en la sala y su padre se marcha. Había distintas atracciones (todas muy divertidas), pero al pequeño sólo le llamó la atención un castillo de dos pisos con una gran piscina de coloridas pelotas. El niño exploró todos los rincones de dicho lugar, pero de un momento a otro no sabía dónde se encontraba, no sabía cómo consiguió llegar a ese remoto lugar que no le agradaba mucho. Durante un rato buscó la manera de salir de allí, pero no lo conseguía. Se convirtió en un momento realmente angustioso para el pequeño y empezó a gritar pidiendo ayuda, pero el hombre que atendía la sala de diversiones no lo veía. El niño siguió intentándolo hasta que logró ser escuchado y el hombre corrió para ayudarlo. Ya no quería seguir en el castillo, quería que lo sacaran de inmediato. Tras la desesperación del niño, al hombre no le quedó de otra que romper una pequeña parte del castillo para sacarlo de esa pesadilla.

Al pasar algunos minutos, luego de que el niño se calmara, llamaron al padre al trabajo para informarle de lo sucedido. El pequeño, mientras su padre llegaba, quiso acercarse hasta el castillo nuevamente, pero sin entrar en él. En ese momento, luego de haber pasado un rato tan desagradable y haber sacado al padre del trabajo pensando que era una situación de urgencia, el niño se dio cuenta que solo tenía que subir unas escaleras para salir de aquel incómodo lugar. 

Fue un momento angustioso, pero también un poco absurdo.

jueves, 5 de mayo de 2016

FRESQUITO


Un caluroso día de verano, mi familia y yo nos fuimos de compras a un centro comercial.  Mi hermano pequeño se perdió y estuvimos buscándolo por todos los lados: los pasillos, los baños, las cajas, etc.  De pronto lo vimos salir de la cámara frigorífica, acompañado por una chica de seguridad; al parecer, se había metido allí sin que nadie se diera cuenta. Salió tan campante.
-¡Llevamos media hora buscándote! -le dijo mi madre en tono de riña, pero más aliviada que enfadada.
Él nos respondió:
-Pues yo he estado muy fresquito.