martes, 24 de mayo de 2016

NO ME DES LA ESPALDA

Era sábado por la tarde y, como otro cualquiera, comí deprisa, me puse la camisa, la pañoleta y me fui camino a los scouts. A muchos os sonará el concepto de "scout" por lo que se muestra en las películas americanas, pero no, no vendemos galletitas de puerta en puerta ni nos pasamos la tarde ayudando a personas mayores a cruzar la calle. Aunque he de reconocer que vamos uniformados según la edad que tengamos. En mi franja de edad todos llevamos una camisa roja, así que cuando estamos todos juntos, a parte de parecer un cuadro enorme, somos difícilmente reconocibles.

Como iba diciendo, era sábado por la tarde y me fui a pasar la tarde con mi grupo scout. Cuando llegué, la primera persona a la que reconocí fue a mi amiga Sara, es casi como mi hermana, de hecho mucha gente opina que hasta podríamos serlo porque somos parecidísimas. Le di un fuerte abrazo, pero ella en seguida se apartó porque tenía una urgencia y se fue corriendo al baño. Me quedé hablando con el resto de los amigos cuando de repente noté que alguien me abrazaba por detrás y me daba la vuelta para acabar dándome un apasionado beso en la boca: ¡era el novio de mi amiga Sara! Justo en ese preciso momento ella estaba saliendo del baño y para su sorpresa vio a su mejor amiga besándose con su novio. ¡Tierra, trágame! Nosotros nos separamos con mucha prisa y a los tres nos salió una risita nerviosa involuntaria.  

Por suerte todo quedó en un malentendido, una anécdota que solemos contar cuando salimos de fiesta. Pero puedo afirmar, sin ninguna duda, que no me gustaría volver a repetir una situación tan kafkiana como esa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario